Es un día gris de invierno. Está lloviendo y el frío se te mete
en el cuerpo. En el aparcamiento abundan los huecos y puedes aparcar cerca de
la puerta. Cruzas la cafetería en un instante, como si fueras más ligero. Las
palmeras de chocolate reposan dulcemente, mientras esperan otro día, a ver si
hay más suerte. No tienes que hacer cola en Reprografía, por lo que te demoras buscando
la página que querías fotocopiar. El ascensor espera que alguien le llame.
Cuando llega no tienes que hacerte un hueco. Miras el indicador de sobrecarga,
que enmudece. Al salir, ves a la bedela al otro lado del pasillo, pues nada, ni
nadie te lo impide. Cuando te quieres dar cuenta has terminado tu consulta en
Secretaría. Al funcionario de turno le gustaría que siguieras un rato más allí,
dándole la conversación que hoy le falta. Llegas a tu despacho por un pasillo
oscuro, vacío de compañeros. La cuenta de correo descarga rápidamente los escasos
mensajes del servidor. No tienes ninguna clase que preparar porque no tienes
clases. El calendario académico te dice que todavía estamos en el parón de febrero y
que, los alumnos, aún tardarán días en venir. Te encuentras a uno
por la escalera y te entretienes hablando con él, más allá del saludo de rigor. Piensas que un profesor no es un profesor si no tiene alumnos.
Te ilusionas pensando en el nuevo
grupo y en ver sus caras del primer día, cuando llenen el aula vacía. El buzón de correo echa humo y el
pasillo está alborotado con los que esperan su tutoría. La enorme cola sale de
Secretaría, llena de preguntas y dudas. El ascensor se eterniza hasta que llega. Viene pletórico de chicos y zumba por
la sobrecarga. Piensas en volver luego, cuando se pase el jaleo de apuntes y
trabajos que saturan Reprografía. En la cafetería, el ruido es ensordecedor. Se han acabado los pinchos de tortilla y la máquina se ha quedado, otra vez, sin cambio. Hay alumnos que ya se han puesto en la fila, esperando hambrientos a que
abra el autoservicio. Te agobias cruzando la marea de gente y pensando en dónde
aparcaste tu coche. Abres la puerta, taponada por los chicos que fuman bajo el alero. Fuera llueve y hace mucho frío. Es un día gris de invierno.
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