Cartel de la conferencia de Pedro J. Ramírez en la Complutense |
Video de la conferencia de Pedro J. en #NewPaper (UCM)
Hoy, jueves 30 de enero de 2014, la noticia se ha confirmado en la red: Pedro J. Ramírez deja El Mundo. Termina una etapa que comenzó el lunes 23 de octubre de 1989 con una carta: "El Mundo es suyo". Por su indudable interés hoy, reproducimos a continuación ese texto.
EL MUNDO es suyo
PEDRO J.
RAMIREZ
EL MUNDO, 23/10/1989
Los promotores
de EL MUNDO que hoy abrimos por primera vez esta cancela de papel no nos
limitamos a decirles «pasen y vean» como quien -pensando en hacer taquilla-
seduce a un transeúnte con aspecto de inquilino ocasional. Lo que estamos
proponiéndoles es que se instalen y tomen posesión de algo que les pertenece.
EL MUNDO es un nuevo periódico para una nueva generación de lectores. Haciendo
honor a su nombre y a sus fuertes lazos con algunos de los mejores rotativos
europeos, EL MUNDO proyectará una visión global, cosmopolita y sofisticada de
los nuevos problemas de la Humanidad.
Este
periódico no será nunca de nadie, sino de sus lectores. EL MUNDO no servirá
jamás otro interés sino el del público, porque el verdadero titular de la
libertad de expresión no somos los periodistas -menos aún los «amos» de los
periódicos- sino el conjunto de la ciudadanía.
EL MUNDO no
tiene «amo», y por eso jamás utilizará la información como elemento de trueque
u objeto de compra-venta en el turbio mercado de los favores políticos y
económicos. Toda noticia de cuya veracidad y relevancia estemos convencidos
será publicada, le incomode a quien le incomode. Toda investigación
periodística, alentada por el derecho a saber de los lectores, será culminada,
le pese a quien le pese. En este periódico no habrá tabúes, ni cotos vedados,
ni zonas de sombra, ni sanctasanctorums. Si alguien pretende hacernos pasar por
el aro, como a tantos otros, que abandone desde hoy toda esperanza.
EL MUNDO
será en la práctica de sus lectores porque los trescientos accionistas que
hemos constituido su capital social lo hemos hecho concurriendo a un proyecto
cuyas reglas del juego están nítidamente definidas de cara a garantizar la
independencia del periódico.
EL MUNDO
será en la práctica de sus lectores porque el bloque promotor del periódico que
es titular del primer paquete accionarial y tiene encomendada la gestión del
empeño lo integramos un largo número de profesionales, unidos por una idea
común: el ejercicio del periodismo es un fin en sí mismo, y no un medio para
acceder a ninguna otra plataforma de lucro o vanidad social.
EL MUNDO
será en la práctica de sus lectores porque tanto los reglamentos de la Sociedad
como el Estatuto de la Redacción que inmediatamente entrará en vigor han sido
diseñados para que los derechos y deberes de todos cuantos participamos en el
periódico queden puestos al servicio del compromiso que, en calidad de meros
intermediarios, adquirimos ante los ciudadanos.
EL MUNDO
será en la práctica de sus lectores porque, en concordancia con todo lo
anterior, la opinión del público será recabada de manera regular y constante.
Si a finales
del siglo pasado los redactores de «El Liberal» proclamaban jubilosamente su
independencia al grito de «Nos pertenecemos, somos de nosotros mismos», una moderna
concepción del derecho a la información y nuestros propios ideales nos impulsan
a decirles humildemente: «Les pertenecemos; somos de todos ustedes».
Es hora de
que los medios de comunicación dejen de responder a la prepotencia del poder con
su propia prepotencia. EL MUNDO nace en un momento en el que arrecia en todas
partes el debate sobre la titularidad del poder de informar, centrado tanto en
la perenne tentación expansionista de los más diversos gobiernos como en la no
menos preocupante concentración de la propiedad de los medios.
Ambos
fenómenos están quedando de relieve en esta España actual, en la que el inmoral
culto del dinero ha provocado tantas metamorfosis y en la que un Gobierno
todopoderoso ha tenido la habilidad de reservar a su criterio discrecional
importantes decisiones que, como las concesiones de radio y televisión o las
autorizaciones de inversiones extranjeras, afectan decisivamente al futuro de
las empresas periodísticas.
¿Qué
libertad de crítica puede tener un medio informativo si durante largos periodos
de tiempo sus propietarios se encuentran pendientes de una resolución del
Consejo de Ministros? ¿Qué mecanismos de defensa le quedan a la sociedad cuando
aquellos individuos a quienes la ruleta del destino o su propio don de la oportunidad
han convertido en depositarios del derecho a la información de los demás
incurren en la humana flaqueza de supeditar el cumplimiento de su función
social a intereses materiales más o menos confesables?
Afortunadamente,
la nueva tecnología ha venido a paliar el creciente clima de insatisfacción
ciudadana ante la «docilidad inducida» de buena parte de los medios
establecidos y en la mayoría de los países occidentales están surgiendo
iniciativas como ésta, con el propósito de ampliar el pluralismo y restituir a
la sociedad su capacidad de elegir entre opciones esencialmente diferentes.
Quienes
tengan por costumbre comprar la información al peso, como si los quioscos
fueran tiendas de ultramarinos o los periódicos elixires del repertorio de esos
charlatanes de feria que siempre ofrecen «más por menos», no estarán entre
nuestros lectores. Tampoco quienes busquen en la prensa sensacionalismo zafio y
escándalos baratos. Mucho menos quienes, uncidos a la noria del conformismo,
acepten como «normales» todas aquellas injusticias, desigualdades y
restricciones de la libertad que en la sociedad española -según la definición
brechtiana de las cosas- tan sólo son, por desgracia, «habituales».
EL MUNDO
será un órgano radical en la defensa de sus convicciones, pero moderado y
sereno en la exposición de sus argumentos. Jamás recurrirá al insulto ni a las
descalificaciones personales. Si alguien nos agrede, sólo contestaremos a los
hechos con palabras. Procuraremos que la nuestra sea siempre la voz de la
razón. Nuestros editoriales tratarán de convencer antes que de conmover.
Seremos
intransigentes en cuanto afecte a los derechos humanos, las libertades
públicas, la dignidad de los consumidores, el respeto a la opinión de las
minorías y la defensa del medio ambiente frente a la estupidez o la avaricia.
Intentaremos hacer buena esa visión filantrópica según la cual un periódico
debe confortar a los afligidos, pero tampoco vacilaremos cuando nuestra demanda
de reformas suponga afligir a quienes de manera más confortable, y a menudo
insolidaria, viven.
Creemos que
la democracia española precisa de un profundo impulso regeneracionista que
restituya a los ciudadanos el ejercicio práctico de la soberanía popular,
secuestrada por las camarillas dirigentes de los grandes partidos y por los
grupos de presión económica. Para ello abogaremos indesmayablemente por la
aplicación de medidas concretas que sirvan para llenar de contenido los
derechos de participación política.
El camino
será largo y difícil. En diversos momentos de la etapa fundacional de EL MUNDO,
sus promotores nos hemos aplicado a nosotros mismos aquel cuento con que el
presidente Kennedy, evocando escenas de su infancia, describía la carrera
espacial. Explicaba que su mayor diversión consistía en juntarse con un grupo de
amigos y empezar a correr campo a través, sin que nada pudiera detenerles:
«Cuando encontrábamos una pared demasiado alta, nos quitábamos la gorra y la
tirábamos al otro lado, para que no nos quedara más remedio que saltarla».
En el
complejo mundo que viene, la búsqueda de la felicidad y la justicia requerirán
de grandes dosis de innovación, coraje personal y sentido de la decencia. No
hay tiempo para mirar atrás, por hermoso que pueda ser nuestro reencuentro. Al
escribir este artículo -el primero que firmo desde que hace siete meses
sufriera un desdichado «accidente laboral»-, yo ya he colocado definitivamente
mis ilusiones al otro lado de la valla. Usted, lector, que ha cogido este
ejemplar tal vez como quien llega de visita y asoma la cabeza, tiene la oportunidad
de hacer lo propio.
No se
conforme. Únase a nosotros. Tome lo que es suyo.
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